jueves, 3 de noviembre de 2011

El premio a la determinación (Parte 2)

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"Hombres locos y sus sueños locos", fue la frase que marcó la vida de Washington Roebling, cuando se determinó a alcanzar el sueño de su padre John Augustus Roebling, quien acababa de morir por un accidente que había tenido en la construcción del puente de Brooklyn. John Augustus Roebling un ingeniero creativo de la época, murió con la visión de construir un gran puente , pese a que los expertos en construcción de puentes le habían dicho que era imposible lograrlo, le dijeron que olvidara la idea, pues simplemente "no podía hacerse", "no era práctico", "nunca nadie lo había hecho", pero este hombre confiaba de tal manera en lo que el sentía que logró convencer a su hijo y compartieron el sueño.


Muy a pesar de que este ingeniero murió, no se llevó el sueño con él, su hijo hijo Washington Roebling, le sucedió en el cargo, pero sufrió una enfermedad causada por su trabajo en los pozos de cimentación, el síndrome de descompresión o "enfermedad de los buzos", y tampoco "el sueño murió"; La esposa de Washington, Emily Warren Roebling, se convirtió en su ayudante, aprendiendo ingeniería y comunicando las instrucciones de su marido a los ayudantes sobre el terreno. Cuando el puente se abrió al público, tanto se había enamorado esta mujer del sueño Roebling, que ella fue la primera persona en cruzarlo.


Cuando nos determinamos a soñar, a creer en algo por mucho que parezca imposible, encontraremos opositores a nuestro objetivo, pero de la misma manera de acuerdo a la forma que miremos y hablemos de nuestros sueños, lograremos enamorar a otras personas de ellos, dejarán de ser entonces espectadores para convertirse en materializadores junto con nosotros de los sueños que Dios nos ha dado.


"Hombres locos y sus sueños locos" pensaron muchos, pero ¿que pensarían esos ingenieros expertos en puentes cada vez que cruzaban por el puente de Brooklyn?


Atrévete a soñar, pero se diligente y determinante en la consecución de tus sueños las promesas de Dios se vencen el día que se cumplen, mientras tanto siguen vigentes en nuestra vida, por la simple razón que las promesas que Dios nos hace son "atemporales", por lo que él se mantiene fiel a su palabra.



"Si puedes creer, al que cree todo le es posible" Marcos 9:23


Paola Martínez Ortíz

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