Ya cansada de reclamar el derecho de su hijo, Mariam dejó de insistir en el reconocimiento de Joaquín ya cuando tenía 3 años de edad. Era difícil aceptar la desaparición del padre del niño, y se le sumaba a esto el rechazo y la habladuría de la gente cuando se referían a la identidad paternal del pequeño Joaquín.
Solía Mariam escuchar la murmuración retumbando en sus oídos cada vez que pasaba por algún lugar. En el pueblo se preguntaban los unos a los otros, ¿será hijo o no?, ¡pero no se parece en nada¡ afirmaban, pero el niño fue creciendo y creciendo ya era casi un pre – adolescente, y comenzaba a parecerse a alguien…… el cabello había cambiado de color y hasta tenía el mismo lunar cerca a la ceja derecha y seguía siendo el tema de conversación más interesante de aquel lugar.
Un día el niño jugaba en el parque, y escuchó que le gritaron ¿Dónde está tu papá?, el niño confundido pensó que no le hablaban a él, aquel hombre apresuró sus pasos acercándose cada vez más e insistentemente seguía preguntando ¿Dónde está tu padre?, ¿Dónde está tu padre?, el niño un poco fastidioso le contestó en un tono tosco: no se dé que habla, ¡yo no tengo padre! . Al ver a su hijo charlando con aquel extraño Mariam se acercó intrigada….¿ qué sucede hijo?, este señor me pregunta por mi padre y yo no sé quién es, le contestó el niño; Mariam con su cara de confusión le preguntó aquel sujeto porqué se acercaba de esa manera a su hijo, ¡ es el hijo de José Joaquín!; ¡ es igualito¡ , replicó aquel hombre; Mariam entre sonreída y sonrojada le respondió: ¡al fin ¡, el hombre sin entender preguntó a la mujer que estaba pasando; al saber la historia le contestó : ¡ fui su gran amigo! Y lo conocí tanto que vi en el niño su misma cara, vi a mi amigo en él. Aquel hombre terminó diciendo: se necesita compartir mucho con alguien para poder conocerlo, “todo aquel que dudo de la paternidad del niño, nunca conoció a su padre”.
¡No temas¡ todo aquel que te critique por causa de tu caminar con Cristo, todo aquel que no reconozca el cambio que él ha hecho en tu vida, es porque nunca ha conocido a Cristo, muchas veces como le sucedió a este niño, nos es negada la identidad paternal. Nuestra identidad es tan importante, que debemos tenerla plenamente identificada; pues seguidamente somos confrontados y nos es necesario mostrarla, es donde surge el interrogante ¿ quién soy?, ¿ de dónde vengo?.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas”2 Corintios 5:17.La escritura nos hace comprender que si alguien ha recibido a Cristo, entonces ha sido transformado, ha sido creado nuevo; y por lo tanto esa nueva naturaleza es espiritual, la misma que Dios creó desde el principio de de todas las cosas “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” Génesis 1:26; por lo tanto se necesita conocerla o al menos identificarla para poder aceptarla en los demás y en nuestra propia vida.
Es esta nuestra verdadera identidad, la que nos hace que nos parezcamos a nuestro padre (Jn. 1: 12-13)“12Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. 13, Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios. Como lo anotamos anteriormente, nuestra nueva identidad tiene una condición “recibir”, es notorio para aquellos que han aceptado a Cristo y por lo tanto han creído en su nombre, es cuando Dios nos da potestad de ser sus hijos.
Esta nueva y maravillosa identidad solo podemos encontrarla y vivirla en Dios. Él es nuestro diseñador. Perdemos el tiempo cuando intentamos vivir conforme a otros patrones. Desperdiciamos todo lo que fue puesto en nosotros cuando no nos movemos según lo que Dios dispone en su voluntad. Él es nuestro creador y nos hizo especialmente a su imagen.
Paola Martínez Ortíz
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