lunes, 30 de enero de 2012

El contrato con el timonero



Un día como hoy nació aquel viajero, de su niñez se desconoce mucho, su presente suele ser muy impredecible, pero su futuro está seguro en las manos del timonero, quien conduce aquel barco que hace más de 8 años tomó en un puerto del Perú.


Su nombre es muy fácil recordar, difícil es pronunciarlo, y probablemente se pueda confundir con el de algún personaje nórdico de la historia, porque suele ser muy común entre su cultura; aunque indudablemente el nombre del personaje de esta historia es inolvidable desde aquel día que quedó en el diario del timonero.


Probablemente había recorrido muchos kilómetros por tierra y mar en busca de algo que él desconocía, había hallado historias sorprendentes junto a su inseparable tabla de surfear, experiencias que enriquecían de alguna manera el historial de su pasaporte. Tal vez se había topado muchas veces con algún puerto cercano donde decidió subir a cualquier barco para conocer la otra orilla, o tal vez para sentir la dulce brisa golpear su rostro al navegar en altamar……. Pero el viajero insistía en que había algo más, había algo que debía existir que justificara tanto tiempo de viaje sin una anclada permanente, tal vez aquel tesoro escondido del que había escuchado en cualquier historia.


En una de sus travesías ancló en puerto latino donde conoció al Gran timonero, a ese caballero cálido y sencillo que consigue captar la atención hasta del más distraído cuando se le escucha hablar, el viajero se sintió tan identificado con aquel hombre libre de todo protocolo, diferente del que le habían descrito, tanto fue la conexión entre ambos, que a la primera invitación decidió subirse al inmenso barco bien llamado “Libertad”. Se perdía entre largas horas escuchando las sorprendentes historias de aquel timonero, fueron pasando días, meses y años y no sintió necesidad de iniciar otro viaje, se quedó viviendo sobre las aguas dentro del inmenso barco, con la intención de conocer las profundidades, porque había descubierto la plena existencia de aquel tesoro que nunca había estado escondido.

El timonero se convirtió en su amigo y confidente, en su guía e instructor, quien le enseñó a conducir aquel barco con la condición de que nunca trataría de ser el primero al mando, fue así como siguieron en el largo viaje; el timonero con el propósito de llevarlo a un destino conocido y el viajero con la confianza de que anclaría en un puerto seguro y definitivo, así fue conociendo de los misterios de las profundidades y del equilibrio sobre las aguas, aunque esto para el viajero sueco no era algo nuevo, pues por mucho tiempo se pudo mantener sobre las aguas mientras surfeaba y esto ilustrativamente podría representar la "fe", poder mantenerse sobre las aguas con el conocimiento de que el descuidarse podría hacer perder el equilibrio, por lo que todo esto se le hizo muy familiar.

Así fue creciendo la tripulación “libertad” con el timonero al mando de la nave y el viajero, que se había vuelto experto ayudando a otros a subir al gran barco, y siguieron en el largo viaje donde el destino para unos, no es el mismo para otros pero todo el tiempo tiene el mismo Capitán.


Inspirada en la historia de un valioso hombre que dejó lo tangible del mundo por seguir lo intangible y sobrenatural del Reino de Dios, y hoy navega sobre las aguas junto con la tripulación de vida.


Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Jeremías 29:11


Escrito por: Paola Martìnez Ortìz